La ciudad de Taroudant esconde numerosas sorpresas para los viajeros que, saliéndose de los circuitos más trillados, vienen a descubrirla. Un ejemplo es la casa museo de Claudio Bravo en Marruecos. Y en este post te contamos cuál fue la relación del artista con este país y por qué resulta interesante visitar este espacio único por su belleza.
Quién fue Claudio Bravo
Para muchos expertos, Claudio Bravo fue el más importante artista chileno del siglo XX (y principios del XXI), junto al muy distinto Roberto Matta. Inició su carrera internacional en Madrid, inspirado por Velázquez y otros maestros del Museo del Prado, lo que le sirvió para desarrollar su particular estilo hiperrealista. Trabajó para importantes clientes y mecenas, llegando a tener un gran reconocimiento en los dos grandes epicentros del arte durante el siglo pasado: París y Nueva York, donde además tenía apartamentos para residir.
Sin embargo, fue Marruecos el país que más le fascinó y en el que eligió vivir por el resto de su vida. Cautivado como tantos otros artistas por la vibrante luz local, recaló en ciudades como Tánger o Marrakech para, finalmente, establecer su casa principal en Taroudant, a menudo conocida como la pequeña Marrakech por sus semejanzas históricas y arquitectónicas.
Además de su prolífica carrera, Claudio Bravo también fue un ferviente coleccionista de arte y objetos históricos, y durante su vida barajó la creación de un museo en su Chile natal o de una fundación en Madrid, algo que al final no realizó (aunque sí donó importantes esculturas grecorromanas al museo madrileño).
Cómo es la casa museo de Claudio Bravo
Como ocurre en todas las casas de artistas que, de alguna manera, acaban convirtiéndose en museo, visitarlas supone una experiencia de lo más enriquecedora: recorrer sus espacios permite entrar en contacto con su sensibilidad, con sus gustos y con su ambiente de trabajo, todo ello rodeado de obras del artista, así como de otras piezas de su colección personal, como jarrones chinos o cerámica marroquí.
Su arquitectura, de nueva planta. nos da pistas de su vida y visión del mundo, siempre defensor del respeto entre religiones. Por ejemplo, pese a no profesar el Islam, mandó construir una pequeña mezquita para sus trabajadores. La finca, que goza de amplios espacios abiertos, cuenta con un jardín donde se dispone un gran estanque central y un pabellón de arquitectura musulmana, lo que supone un claro guiño a sus amados jardines de Menara, en Marrakech, repletos a su vez de viñedos y naranjos.
Pero conviene indicar un detalle fundamental: el gran palacio en el que vivió Claudio Bravo es ahora un hotel, llamado Palais Claudio Bravo. Es decir, su actividad principal es la de alojamiento, dirigido al segmento más premium. Por ello, sus pocas pero lujosas estancias gozan de un ambiente artístico inigualable, con el sello de Claudio Bravo en cada rincón. Cuenta con seis tipos distintos de habitación, todas ellas decoradas al gusto del artista: elegantes, con cuadros hiperrealistas y mobiliario occidental, combinado con elementos locales como puertas en arco de herradura.
No obstante, sabedores de la importancia cultural del recinto, el hotel también permite visitas turísticas para viajeros que no se alojan en este hotel, aunque para ello hay que tramitar la visita directamente con departamento correspondiente, algo que podemos hacer por vosotros si estáis interesados en acceder al recinto.
Sin duda, una idea que puede resultar muy atractiva para los viajeros más aficionados al mundo del arte, y muy en especial para personas chilenas que desean conocer mejor la vida, la obra y el legado de este gran artista universal, que eligió este tranquilo rincón marroquí para pasar sus últimos pero intensos años.