Rabat es una ciudad llena de atractivos: además de ser la capital actual de Marruecos, también está considerada Ciudad Imperial y Patrimonio de la Humanidad, con monumentos como el Mausoleo de Mohammed V o la Torre Hassan, entre otros. Pero en el sector este de la ciudad, ligeramente alejado del centro, hay otro punto de enorme interés, que está siendo redescubierto por los propios ciudadanos y por los visitantes extranjeros. Hablamos del Chellah de Rabat, un recinto arqueológico sorprendente que se puede visitar por unos pocos dirhams y que te contamos en este post.
Un yacimiento con un desarrollo singular
Chellah es el origen de Rabat: fue un pequeño asentamiento fundado por los cartagineses, en una elevación junto al río Bou Regreg, conquistado posteriormente por los romanos, en el siglo I d.C. Estos últimos la llamaron Sala Colonia, de donde provendría el nombre de la vecina Salé.
Sin embargo, con la caída del imperio romano, esta pequeña ciudad entró en una progresiva decadencia hasta caer en el olvido y quedar abandonada en torno al siglo XII. Y así permaneció hasta el siglo XIV, cuando un rey de la dinastía meriní, el sultán Abu Al-Hassan, consideró que era un buen lugar para establecer una necrópolis. Aquí decidió enterrarse junto a su mujer y aquí se situaron otras importantes tumbas. Y para proteger esta singular necrópolis, mandó construir unas murallas que protegieran el recinto.
Qué hay en la actualidad en Chellah
Actualmente, Chellah es uno de los recintos arqueológicos más importantes de Marruecos. Sus vestigios de época cartaginés y romana no son tan evidentes a simple vista, pero un buen observador sabrá reconocerlos. Por ejemplo, el Decumanus Maximus (vía principal), un arco de triunfo y un espacio público y central que haría las veces de foro.
En cambio, los vestigios de época meriní sí son muy relevantes. La muralla construida para proteger la necrópolis es el elemento más destacable, pero también otras construcciones como arcos de herradura, columnas, un mihrab y el minarete de la antigua mezquita del complejo, en un estilo que recuerda al de otras épocas anteriores, como la sebka que también está presente en la almohade Torre Hassan.
También se conservan restos de la decoración de la necrópolis, con zellig o azulejos, y aún se reconocen las tumbas de algunos personajes importantes de su época. Entre ellas, las del rey meriní Abu al-Hassan y su mujer, bajo la cual hay un agradable sendero entre vegetación local como palmeras o incluso flores en primavera.
Además, hay otros dos atractivos ‘colaterales’. Por un lado, la hermosa colonia de cigüeñas que han elegido la cima de estas estructuras para construir sus nidos. Y por otro, una poza de agua a la que se atribuyen poderes sobrenaturales: son muchas las mujeres que vienen aquí a alimentar con huevos cocidos a las anguilas por la creencia de que eso fomentará su fertilidad y propiciará un parto más fácil.
El festival que le da nombre
Por último, no podemos olvidarnos de un evento que atrae mucho público hasta aquí: el festival de jazz, conocido como Jazz au Chellah, en el mes de mayo o de septiembre, según la edición. Esta iniciativa, para la que se monta un escenario y graderío al efecto, agranda el poder evocador de este yacimiento arqueológico, amplificado con la iluminación de colores que da luz al entorno en la noche.
Los artistas que se dan cita en este festival son tanto nacionales como extranjeros. De hecho, se suele considerar una fusión entre la música marroquí y la europea, donde es posible escuchar instrumentos tan variados como el saxofón, el violonchelo, la guitarra eléctrica, el laúd o la darbuka.